Microbiota, cuando la salud de todo el cuerpo se cocina en el estómago

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Microbiota, cuando la salud de todo el cuerpo se cocina en el estómago

Cada vez hay una mayor evidencia científica sobre la relación de las bacterias intestinales con múltiples enfermedades
La pérdida de equilibrio de estos microorganismos o “disbiosis” puede ser un auténtico calvario para quienes la padecen

rtve.es

Las bacterias que habitan en el intestino son fundamentales para la salud humana. El conjunto de estos microorganismos conforman la microbiota intestinal, y cada vez hay una mayor evidencia científica sobre su estrecha relación con múltiples patologías. Además de sus funciones de nutrición y metabolismo, protege de gérmenes nocivos y es esencial en el desarrollo del sistema inmunitario.

Un problema relativamente común es la pérdida de equilibrio en la microbiota intestinal. Esta alteración se conoce como “disbiosis”, y puede ser causa de de diversas enfermedades: digestivas, metabólicas, cardiovasculares, endocrinológicas… Incluso se ha demostrado que afecta a la salud neurológica, además de condicionar todo tipo de dolencias crónicas relacionadas con el sistema inmunológico.

“Muchos expertos consideramos a la microbiota un sistema casi tan importante como puede ser el respiratorio o el circulatorio”, explica a RTVE.es el doctor José Vigaray, médico especialista en Alergología e Inmunología que desarrolla su trabajo en el Hospital Beata María Ana, de Madrid. “Por diferentes mecanismos, microbiota y alteración de la microbiota es un condicionante de enfermedades crónicas múltiples”.

¿Cómo es posible que el intestino influya en un abanico tan amplio de enfermedades? Es una pregunta a la que los especialistas comienzan a ofrecer respuestas.

La microbiota actúa como un huésped que está fuertemente determinado por los dos primeros años de vida de la persona. En este periodo inicial entran en juego una serie de factores decisivos: la calidad del embarazo, el tipo de parto -hay mucha diferencia entre un parto natural y otro por cesárea en cuanto al desarrollo de la flora intestinal-, la interacción del niño con su entorno, el tipo de alimentación -la lactancia materna es muy beneficiosa desde el punto de vista inmunológico-…

Durante estos primeros veinticuatro meses de existencia, el sistema inmunológico experimenta un proceso de adaptación a los gérmenes que componen la microbiota y no los ataca. Sin embargo, después ese conjunto de bacterias puede cambiar, debido principalmente al uso de fármacos y a la alimentación.

La alteración de la flora intestinal puede desencadenar la hostilidad del sistema inmunológico, y en algunos casos el intestino sufre fenómenos inflamatorios en diferente grado. El linfocito -el verdadero cerebro del sistema inmunológico- comienza a funcionar de manera anómala, por lo que este sistema de protección es capaz de dar errores. Por hipersensibilidad -procesos alérgicos- o por autoinmunidad.

Unidad médica interdisciplinar
Debido al carácter poliédrico de la microbiota intestinal y sus problemas de desequilibrio, en el Hospital Beata María Ana se ha creado Inmunomet, una unidad médica interdisciplinar cuyo equipo abarca diferentes especialidades: alergia, endocrinología, dermatología, digestivo, medicina interna, nutrición, neurología, psicología, neuropsicología… El doctor José Vigaray es su director médico.

“En nuestra unidad no entendemos cada problema del paciente como si fuese un compartimento estanco. Nosotros no somos piezas independientes que juntamos y ya está. Casi todo está relacionado entre sí”, sostiene.

El objetivo es abordar de una manera integral esta patología múltiple. Porque sus manifestaciones también lo son. “Los propios pacientes, que habitualmente son pluripatológicos, lo demandan”, explica Vigaray, “la idea es atender globalmente todas sus patologías con ese nexo común que es el problema alimentario de disbiosis intestinal”.

Se conoce como Se conoce como “disbiosis” a la pérdida de equilibrio en la microbiota intestinal. THINKSTOCK
Isabel: “Solo puedes quedarte en la cama”
Isabel es una de estos pacientes. Tiene 36 años y padece intolerancia a la fructosa,”Te debilita tanto que lo único que puedes hacer es tumbarte en la cama y quedarte ahí”, así describe el calvario que ha vivido muchas más veces de las que hubiese deseado.

“Mi único objetivo es poder comer normal.“

En su caso, los síntomas comenzaron a manifestarse hace cinco años, y desde entonces su historia, como la de tantos otros en la misma situación, ha sido un doloroso reguero de episodios recurrentes y diagnósticos erróneos. “Cuando por fin descubrieron que era intolerante a la fructosa, comencé una nueva dieta y se me quitaron muchos de los síntomas, pero empecé a tener problemas de sueño y ansiedad”, prosigue.

“Empeoré anímicamente un montón. Creía que era porque con este problema la vida social se te anula, pero también descubrí que no absorbemos los triptófanos, un aminoácido esencial que nos ayuda a controlar aspectos como la ansiedad o el insomnio. Por eso son tan importantes psicólogos y neurólogos para nosotros”.

Isabel lleva con el nuevo programa algo más de tres meses, por lo que “todavía es pronto para valorar los resultados”. “Mi único objetivo es poder comer normal”, concluye.

Intolerancia a la fructosa
Su patología, la intolerancia a la fructosa, es la más habitual dentro de su género. “En nuestra estadística, estimamos que afecta a más de la mitad de la población y es la causa principal de intolerancia alimentaria”, aclara Vigaray al respecto, “son proyecciones que hemos hecho en base a los diagnósticos de nuestro hospital, más de 7.000 pacientes durante cinco años”.

Este elevado porcentaje de afectados por la intolerancia a la fructosa apenas tiene reflejo en la vida social, lo que supone un verdadero problema para ellos. “Llama la atención cómo en cualquier restaurante, en cualquier supermercado, todo es sin gluten. O en todo caso sin lactosa”, asegura el doctor Vigaray, “pero nadie encuentra en un supermercado alimentos para intolerantes a la fructosa. O en un restaurante. Y esa es la gran carga para los pacientes, que tienen un problema social de primer orden para un viaje, para una salida con la familia o una comida de empresa”.

“El ajo y la cebolla son auténticas bombas de fructosa.“

“La situación se agrava porque hay un par de alimentos críticos que son parte de nuestra cultura gastronómica, y tienen además el cartel de ser excelentes para la salud: el ajo y la cebolla”, especifica. “Estos alimentos son auténticas bombas de fructosa”.

Elena: “No me recuerdo sin dolores”
Elena tiene 35 años y lleva toda su vida con problemas de disbiosis, aunque su situación se agravó hace tres años. “No me recuerdo sin dolores de estómago, aunque siempre me dijeron que tenía el colon irritable”, sus palabras recuerdan de nuevo esa realidad de diagnóstico equivocado a la que se tienen que enfrentar habitualmente.

“Muchas veces a lo largo de mi vida he acabado en urgencias, pero con 32 años empeoré mucho. Todo me sentaba mal, hasta el jamón de york. Engordé muchísimo, y eso que comía muy poco y que hacía ejercicio”, continúa. “Hace un año y ocho meses comencé con el nuevo programa, me hicieron muchas pruebas, y en todas di positivo menos en la de la lactosa. Desde entonces el avance ha sido muy lento, pero ya no me duele la tripa y he mejorado”.

“Ya no disfruto de la comida, pero me conformo con encontrarme bien.“

Elena también coincide con Isabel en destacar la dureza psicológica de su enfermedad. “He pasado meses muy malos durante el tratamiento. Me afectaba anímicamente y me encontraba muy cansada, aunque un psicólogo del equipo me ha ayudado a gestionarlo mejor”, confiesa.

“Cuando comencé el tratamiento, yo tenía mucha esperanza de recuperarme completamente. Pero los doctores siempre han sido muy sinceros conmigo, y me han dicho que seguramente será un problema con el que tenga que convivir siempre, aunque seguiré mejorando y podré ir añadiendo nuevos alimentos a mi dieta”.

“Ya no disfruto de la comida”, dice sin poder ocultar la amargura, “pero me conformo con encontrarme bien, aunque no pueda comer lo que quiera”.

Los cereales, además de gluten tienen fructanos, por lo que no están indicados en casos de intolerancia a la fructosa. Los cereales, además de gluten tienen fructanos, por lo que no están indicados en casos de intolerancia a la fructosa.

Infradiagnosticación
Las datos que manejan José Vigaray y su equipo hablan de un problema que afecta al menos al 50% de la población, aunque este porcentaje no se corresponde ni mucho menos con el número de diagnósticos. El doctor ofrece una explicación doble para este hecho. “Se empieza a entender que microbiota y alimentación son importantes, pero de ahí no se pasa. La capacidad del sistema público y del privado todavía es muy reducida respecto a estos temas”, opina.

“En segundo lugar, muchos pacientes tienen síntomas digestivos y no lo asocian a la alimentación”, continúa. “Algunos hacen dietas de prueba y vienen diciendo: no, es por el gluten porque yo he quitado el gluten y he mejorado. Claro, ha quitado cereales que tienen fructanos y es normal que mejore. Evidentemente, ese no es el método. De ahí viene mucho sobrediagnóstico de intolerancia al gluten”.

Una microbiota menos resiliente
Para el doctor Vigaray, la disbiosis es un problema “que va a más”, debido sobre todo por los nuevos hábitos de vida. “Las costumbres han cambiado. La sociedad actual, por una serie de muchos factores, está llevando a una microbiota menos resiliente”, manifiesta.

Y apela a la idea de equilibrio tanto en la alimentación como en el uso de medicamentos y antibióticos. “Tenemos que acoplarnos a todas las bondades que ha traído la medicina y los avances de la medicina, y los avances de la higiene. Aunque el problema es que nos hemos pasado de frenada”, concluye.

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